RESEÑA RECUPERADA Preludio: Nuevos inicios, nuevos aventureros (Jugado por foro)

RESEÑA RECUPERADA Preludio: Nuevos inicios, nuevos aventureros (Jugado por foro)

Esto fue un previo que realizamos por foro. En el participamos Fandom, como DM, Pardium, Batirnos y el que escribe (Metalwar) como jugadores.

Nuevos inicios, nuevos aventureros.

1372, Año de la Magia Salvaje, Primer día de Mirtul (mayo).

Los jinetes cabalgan con dificultad por el camino cenagoso, empapado por la lluvia intensa que cae sin cesar.

Hace ya casi un año que cabalgan sin rumbo fijo, hace ya casi un año que sus vidas eran otras cuando servían a la poderosa nación de Cormyr, a su emblemático ejercito de Dragones Purpuras y a su amado soberano, el Rey Azoun IV.

Pero esa gloriosa época ya es pasado. Con el rey muerto, la guerra finalizada con una victoria que supo amarga, y el país en medio de un caos político y estratégico, estos jinetes decidieron seguir unidos y cabalgar juntos. Muchas son sus batallas como Dragones Púrpuras y gran honor y prestigio hubo en servir a Cormyr en la gran guerra. Pero ahora eso es motivo de vergüenza para ellos,

La corrupción se ha apoderado de Cormyr a tal nivel que es difícil de destapar.  Sus instrumentos de gobierno favorecen a unos pocos, los  generales intentan amasar fortunas,  sus señores buscan hacerse fuertes en las tierras que gobiernan del reino. Bajo toda esa manipulación, los  Dragones Púrpuras  también han sido corrompidos.

El camino, lleno de fango por la lluvia, obliga a detenerse a estos jinetes pues no hay necesidad para que ninguna de sus monturas se pierda rompiéndose una pata. Tymora no les sonríe hoy, ya que apenas tienen dinero para pagar un triste establo donde guarecerse. La vida como aventurero en Cormyr es dura si no eres una rata sin honor.

Finalmente desmontan y llegan a donde antaño habría sido una villa de algún comerciante acaudalado pero  que ahora está totalmente abandonada.

La casa ha sido arrasada y parte del techo esta derruido pero ellos están acostumbrados a hacer confortables lugares de lo mas inhóspito.

Los jinetes comienzan a contarse historias, todo hace suponer que estarían tristes, alicaídos, al fin y al cabo dejaron una vida prospera para convertirse en aventureros de fortuna, cosa que hasta ahora no han conseguido. Sin embargo, su moral esta alta y fuertemente arraigada en sus compañeros, pues son muchos los años  que han pasado juntos, y ya no solo se consideran camaradas, sino amigos, algunos incluso hermanos.

Nagareth:

Nagareth se acerca a una de las desvencijadas ventanas y mientras se apoya con cuidado con su mano derecha, extiende la otra a través acariciando la lluvia.

Tras una concienzuda exploración del cielo, exclama – Pues parece que va a arreciar la cosa, ¡eh! –

DM:

Nagareth al mirar por la ventana ve lo que sería el cementerio de los antiguos habitantes de la casa. unas 14 tumbas algunas de ellas abiertas pero con lápida.

Nagareth:

Al ver las tumbas, no puede evitar exclamar con una apagada y angustiada voz, – ¡Pobres diablos,… ¡malditos expoliadores!, mientras dibuja con su mano en el aire, la cruz de la sagrada espada de plata de Tempus.

Tras un momento de silencio y reflexión, acude a su cabeza una idea. – Si esto antaño fue una rica hacienda, quizá aun guarde algún escondrijo de valor -. Disimuladamente con las manos sobre su barriga, trazando círculos con sus pulgares y silbando una alegre melodía, comienza a recorrer la hacienda con paso lento y examinando el suelo en busca de alguna imperfección que esconda algún sótano oculto por el paso del tiempo.

Beleth:

Las ruinas del viejo caserón se antojan un buen refugio contra la copiosa lluvia que cala el sobretodo de Belëth-Âmerdham y empapa el negro pelaje de su montura.
Mientras se dirige hacia el desvencijado lugar, examina con ojos de centinela la estructura y los alrededores, pues por experiencia sabe, que un refugio así puede ser también hogar de alguna alimaña.

– No hay prisa alguna Nagareth!!! –dice con voz grave dirigiéndose hacia el enorme sacerdote de Tempus mientras extrae de forma casi inconsciente su espada del cinto. – Guarda cuidado del lugar, puede que algunos tablones estén podridos y no resistan el peso “de tu fe”, y pensar en sacarte a pulso de un sótano inundado no es algo que me apetezca tras una dura jornada de viaje, amigo mío. – añade con socarrona expresión mientras sonríe hacia si mismo.

Tras introducirse hacia la estancia más seca (dentro de lo posible), y soltar las riendas de su montura, Blëth-Âmerdham se gira hacia sus compañeros y exclama: – Daré un vistazo rápido en busca de posibles merodeadores, o problemas mientras buscáis algo con que hacer un buen fuego, os parece bien?! –

Sin esperar respuesta de sus camaradas, coge sus armas y comienza a examinar el lugar en busca de algún rastro que delate a posibles moradores del lugar.

Nagareth:

Nagareth enarca la ceja, mirando con asombro y desdén al guasón de su compañero y mientras continua recorriendo lentamente su itinerario, exclama en jocoso tono ¡Oh, vamos!, acaso insinuáis que mis grácil contoneo, no es lo suficientemente cuidadoso –.

Un sonoro crujir, se deja oír tras el último de los pasos del clérigo, que sacude agitadamente el pie atorado entre un trozo de madera podrida en el suelo. Con un salto tan poco grácil como ágil, el espartano clérigo rodea la podrida madera y continua con la exploración del lugar, mientras se dibuja en su rostro una confiada y burlona sonrisa que dedica a su compañero.

– No tienes por que preocuparte ‘Ciervocornudo’ (mote por el que el samaritano llama en ocasiones a su compañero). La mirada de Tempus hace tiempo que dejo de observar este lugar. –

Sayron

El joven Sayron, observa a sus viejos camaradas con desdén, acostumbrado a oír sus interminables chácharas.

Tras entrar en la mansión, deja sus pertenencias en una esquina de la sala elegida.

Observa los detalles del viejo caserón, siempre atento a lo que le rodea. Intenta imaginar cómo fueron en su tiempo aquellas ruinas y que pudo ocurrir.

Mientras observa el lugar despliega su saco de dormir y espera a que sus camaradas vuelvan de su exploración.

Beleth:

– Tal vez Tempus dejó este ruinoso lugar a merced de la naturaleza hace tiempo, pero no sería la primera vez que Beshaba nos «diera su bendición» preparando una sorpresa desagradable, así que permite que pierda unos minutos asegurando el lugar donde descanse ese magnificente trasero tuyo. –las palabras de Belëth penetran en la incipiente oscuridad mientras deja atrás la arcada de la puerta trasera e investiga en el jardín trasero las posibles huellas recientes… Tras investigar unos minutos, se da cuenta que con esa lluvia apenas si es posible ver las suyas mismas y regresa al salón medio derruido, calado hasta los huesos aunque con una sonrisa en los labios.

– Como te encuentras Sayron, estás ya más recuperado de esa dichosa alergia?? –dice el guerrero mientras se acerca a su caballo y comienza a quitar silla y aperos varios al tiempo que le susurra tiernas palabras al animal para calmar su ánimo y le da algo de grano seco que porta en su equipaje.

Tras dejar libre de cargas a su montura, Belëth comienza a montar campamento como tantas noches anteriores, en compañía de sus buenos amigos, y al hacerlo comienza a pensar, que tal vez la vida del errante trotamundos no sea tan mala, después de todo…

DM:

El ancho clérigo investiga el interior con detenimiento, esquivando las maderas podridas y llegando finalmente a encontrar un sótano casi inundado de agua estancada y turbia por completo. Múltiples cajas, ropas, y desechos flotan en la improvisada cloaca.

Mientras tanto Belëth rodea la propiedad y entra por lo que podría haber sido la parte trasera del hogar, un enorme agujero de 3 metros ahí donde tendría que estar la puerta. Atravesando las derruidas paredes el montaraz entra para reunirse con sus amigos.

Sayron mientras tanto imagina como pudo ser esta mansión, aplicando su ojo experto y entrenado para reconocer los sitios donde se guardan los tesoros. Tras un examen detenido echa en falta prácticamente todo, pero hay algo que llama la atención poderosamente: Cerca del comedor hay en una estancia repleta de relieves de caras de personas a la altura del techo. Una en concreto parece haber sido arrancada por completo y donde debiera estar hay puesto un símbolo que no consigue descifrar, pero le recuerda a algo religioso.

Sayron:

«No sé a qué alergia te refieres, ya te he dicho que tengo una salud de hierro. Sera el frió de esta noche».

Respondo sin mirar a Belëth.

Mi atención se centra en el símbolo del techo, mi curiosidad hace que me aproxime, haciendo un gesto a mi camarada para que me sigua, «¿Has visto esta estancia?, creo que he visto algo que no me cuadra» digo señalando en dirección al símbolo en el techo.
Al estar más cerca, intento identificarlo. Pienso en que puede significar.

Nagareth:

Nagareth suelta al suelo un montón de viejos tablones secos que a conseguido arrancar en una esquina del suelo, también arroja en otro viaje los restos de un viejo arcón destartalado por el que previamente había restregado el filo de su hacha. Lenta y metódicamente coloca los tablones en forma circular dando cuerpo a la hoguera. Tras ello rebusca en su morral la yesca y en unos segundo enciende una vivaz hoguera.

Una vez terminado se encamina con grandes y parsimoniosas zancadas, hasta la ubicación que señala su compañero. Mira el símbolo, mientras se atusa su barba con la mano.

Sayron:

El joven semielfo, era el menor del este particular grupo. Desde el principio sus camaradas descubrieron que Sayron era demasiado madura para su edad. Durante el tiempo juntos en la guerra, no desvelo de donde procedía, siempre esquivaba contar cosas de su pasado con evasivas.

Esperaba que el descomunal clérigo estudiara el símbolo del techo, Mientras el buscaba alguna nueva cosas en la estancia que llamara su atención.

Beleth:

Las palabras de Sayron sobre el símbolo llaman la atención de Belëth, pero el chisporroteante fuego le llama con demasiada fuerza. Se acerca a la hoguera, arrojando un tablón podrido más para que el fuego no pierda un ápice de su fogosidad y se reconforta con el calor desprendido por este.

Poco a poco se despoja de sus empapadas ropas y armadura hasta quedarse casi desnudo frente a la hoguera y acto seguido, cuando Nagareth toma camino hacia la habitación contigua exclama en voz alta:

“ Vamos amigos, venid y comed algo antes de iniciar vuestras pesquisas!! – “– digo mientras extraigo del zurrón unos trozos de carne seca y algo de queso curado del que muerdo con ansia…  – Tras eso quedo mirando a mis compañeros, sabiendo de buena tinta que no cejarán en su investigación hasta que su curiosidad sea apaciguada.

Sayron:

El joven Sayron, despierta de su investigación tras la llama de Belëth, se descubre mojado y tiritando de frió. Siempre le pasa, cuando ve una presa tiene que perseguirla como un zorro.

«Está bien, tienes razón hay tiempo para investigar, abre esa botella de vino que compraste en la posta del camino y calentemos el cuerpo y el espíritu.»

Sigue el ejemplo del su camarada y deja la ropa mojada cerca del fuego, pero cubriendo sus partes con un calzón de repuesto, al contrario de su nudista amigo.

«Por los dioses ponte algo, me vas a quitar el hambre» dice entre risas.

Nagareth:

El clérigo mira a sus camaradas y a la mochila que yace junto a la hoguera por la cual sobresale la pezuña de un cerdo. Sin embargo, apelando a una de sus fundamentales leyes, ‘la del mínimo esfuerzo’, no piensa abandonar la rápida exploración en la cual se encuentra sumergido.

Tras examinar el símbolo, vuelve con parsimonioso paso, descansando sus manos sobre la cuerda que amarra su toga a modo de improvisada correa.

Una vez cercano a la hoguera, saca de la mochila la pata de jamón, cuidadosamente cubierta por una tela. Una reluciente copa de plata y un mantel doblado.
Extiende el mantel en el suelo, cerciorándose de quitarle todas las arrugas y dejándolo lo más liso posible.
Del interior de la copa, desenvuelve un pequeño trocito de terciopelo, con el cual limpia cuidadosamente el bendito cáliz y vierte en su interior un poco de vino. Recuerdo de su paso por las tierras del Valle Profundo. Posteriormente se arrodilla junto al mantel y eleva al cielo la pata de jamón, mientras entona una rápida plegaria:

«Dios Tempus, que estas en los cielos,
sobre tus sagradas monturas Veiros y Deiros,
échanos un cable contra los peligros que nos depara el camino,
desata tu furia y haz que despedacemos a nuestro enemigos,
no nos dejes caer sin honor,
y mira como tu servidor se zampa este sagrado jamón.»

Al finalizar la oración, Nagareth mira a sus compañeros y exclama: – !Hermanos dad gracias al pacificador, a aquel que guarda vuestro culo en la batalla, por otro día mas victoriosos y con vida!

Sayron:

Con una sonrisa, Sayron, acerca su vaso, para que el orondo clérigo le sirva. Bendito sea, sin duda amigo. Gracias a él imagino salimos vivos de esa maldita guerra.

Nagareth:

– Acercad vuestras copas –, prosigue el clérigo, mientras llena los recipientes con el liquido rojo sangre.

– Comed hermanos,
pues este es el sagrado jamón, bendecido por la palabra de Tempus,
que reconfortara vuestro espíritu y purificara las heridas causadas por la batalla. –

Tras las poco ortodoxas plegarias a las que os tiene acostumbrado vuestro compañero. Corta con cirujana precisión, varias finas lonchas de la suculenta pata de cerdo, que os va pasando, mientras esboza en su rostro una profunda sonrisa y asiente con la cabeza.

Beleth:

Con el orondo clérigo terminando sus últimas palabras de la peculiar plegaria, Belëth acerca su cuerno hacia él, mientras exclama solemne, a pesar de la risilla incipiente en su rostro:  – ¡¡Así sea hermano Jamonero!! – tras lo cual bebe el bendito zumo de uva mientras dedica un instante a recordar a aquellos que quedaron en el camino.

– Nunca hubo mejor manjar, Nagareth… –dice el semidesnudo guerrero mientras degusta el jamón recién cortado – ni compañía más agradable tampoco – añade sonriendo hacia el semi-elfo que aun mira entre divertido y asqueado el cuerpo desnudo y lleno de cicatrices del otrora explorador.

– tranquilo Sayron, mis apetencias carnales se alejan mucho de tu figura, aunque no deberías descuidar tu retaguardia, que las noches aún son frías y el camino solitario! JAJAJAJA –las risas estentóreas de Belëth resuenan en las paredes semiderruidas de la mansión y dan un poco más de calidez al improvisado salón de banquetes, haciéndolo por unos instantes más confortable.

Nagareth:

– Tiempo hacia; que añoraba el olor del camino mojado,
el barro pegado en mis botas, manchando la chirriante armadura.
Tiempo de añoranza;  de la compañía de vuestras grandes bocazas –

Recita, mientras mascuja un trozo del suculento manjar y exclama una sonora carcajada.

Nagareth bebe la copa de un trago y acto seguido, limpia su barba, con la manga de la toga.

Aquí estamos otra vez junto a la hoguera, como acordamos. Reunidos esta vez como aventureros, en las ruinas de un desconocido pasado que nuestro resquebrajado reino guarda, para que avezados valientes, desentramen los misterios que aun guarda.

El clérigo hace una pausa y examina los rostros de sus camaradas y asintiendo con la cabeza, exclama:¡Por el culo peludo de Utghard, no habéis cambiado nada!, seguís siendo tan feos como siempre.

Y bien, ¿Qué noticias se escuchan en Arabel, Beleth?, ¿Y vos Sayron, donde habéis permanecido este año y que se escucha del pueblo sobre la actual situación de la corona?.

Beleth:

La sonrisa se torna franca y finalmente en carcajada ante las palabras de Nagareth sobre la belleza de sus compañeros y amigos. Tras escuchar sus poemas y chanzas, asiente gustoso mientras corta un pedazo de buen queso curado de cabra y se lo tiende al panzudo sacerdote.

– No sabía, amigo mío, que habías aprovechado este tiempo para convertiros en bardo, poeta y seguidor de Sune, ya que tanto os importa mi belleza, mirad la de mi trasero, que si bien no es tan peludo como el de Uthgard no ha de ser menos merecedor de loa y alabanza! –al pronunciar estas palabras, Belëth se levanta enseñando sus peludas posaderas a los dos compañeros, para luego, entre risas y sollozos divertidos sentarse de nuevo y tras beber un largo trago proseguir con voz entrecortada por el buen humor.

– Pocas nuevas traigo de la ciudad mercante, Nagareth. Allí todo sigue como hace unos meses, intentando recomponer sus murallas y volver a su ritmo de vida habitual antes de la invasión. A pesar de mediar ya dos inviernos y un verano, aún sus huellas se dejan ver en edificios calcinados hasta los cimientos y ocasionales restos de la batalla acaecida en los campos alrededor de la villa. –su voz se torna algo sombría al recordar hechos tan funestos, pero al instante, en parte embargado por el vino, y en parte por la alegría de saberse en compañía de hermanos de armas, continua hacia el sacerdote de Tempus: – y vos hermano? donde es vuestra última parada?! Que nuevas traéis?!?! –

Nagareth:

– Por el negro y apestoso felpudo de Beshaba aparta tus famélicas posaderas de mi refinado olfato, vas a echar a perder tan suculento aroma –, se apresura a exclamar el clérigo, agitando el trozo de queso recién adquirido.

Poca cosa, si os he de contar. Cuando la milicia empezó a desmoronarse y a organizarse en bandos a favor y en contra de la dama Alusair, pensé en volver a ‘Espada del Monje’, las tierras de mi familia e infancia. Incluso estuve tentado a presentar mis servicios nuevamente a la corona.

Sin embargo, decidí partir hacia Suzail y prestar servicios como buen samaritano a los heridos de guerra y sus familias. Muchas son las cicatrices que han de sanar y poco tiempo antes de que estalle una nueva refriega. Se huele en el ambiente y esta vez el hereje está en casa.

En Suzail he pasado este ultimo año, entre vendas y cicatrices, y de paso investigando ciertas curiosidades, que quizá comparta con vosotros, en no mucho tiempo si nuestra empresa ve fortuna. –

DM:

Las horas pasan con agrado y jolgorio, es agradable volver a veros, pero no podéis evitar pensar en los otros que no han querido volver, buenos amigos, camaradas e incluso amantes en tiempos de guerra.
El vino entra con facilidad, la cena también, y pronto todos tenéis un mareo grande.

Cuando os dais cuenta ni siquiera habéis decidido hacer guardias ni nada estáis muy borrachos.  Alguien ha comprado vino muy peleón.

Nagareth:

Antes de quedarnos torraos, Nagareth pone en conocimientos de sus compañeros, que el símbolo en una de las esquinas de la pared, hace referencia a un símbolo sagrado de protección contra muertos vivientes. Posiblemente alguno de los antiguos inquilinos se removería en sus tumbas cuando algún desaprensivo, espolio y destrozo el mobiliario que con tanto sudor gastado en vida le costó comprar.

Así pues lanza una rápidas plegarias. – Que la visión que Kelembor os arrebato en la muerte, no os sea devuelta –. Tras eso saca un frasquito con agua vendita y mojando su dedo índice repetidamente, va salpicando el lugar.

Una vez terminado el ritual, sitúa su hacha cercano a su lecho, se tiende y envuelve en un trapo la pata de jamón, a la cual funde en un protector abrazo.

– Que la protectora mirada de Helm vele vuestro sueño, camaradas –

PD.: (La plegarias son un invisibilidad ante los muertos vivientes (Nivel 1 40 minutos de duración).

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